Rogelio Valdés
1 oct 2020
El Hondable, Coahuila — Lugar del descubrimiento
Yo era de esos niños preguntones. ¿Cómo se siembra esta planta? ¿Porqué el insecto tiene esos cuernos? ¿Cómo funcionan las computadoras? ¿Qué son las estrellas? ¿Qué es el internet? Esa ultima pregunta hasta suena rara el día de hoy.
Tuve la fortuna de tener unos padres muy respondones también. Mi papá, sobre todo los primeros años, parecía que sabía todo y era la persona más inteligente del mundo. Hasta que llegó un día que no supo la respuesta a una pregunta que le hice.
Estaba con mi hermano en el rancho de mis abuelitos explorando y buscando peces en el arroyo que estaba cerca de la cabaña. Ahí encontramos algo que nunca habíamos visto. Una estructura con forma de cilindro hecha de pequeñas piedras de rio que evidentemente había sido fabricado con un propósito. Nos asombramos tanto que nos olvidamos de los peces y nos dedicamos a buscar más “tubitos de piedra” para averiguar más sobre el asunto.
Encontramos uno más ahí cerca, luego otro, y al cuarto encontramos uno mucho más pesado y parecía que no estaba hueco por dentro. Intentamos abrirlo con unos palitos que resultaron ser las mejores pinzas de nuestro laboratorio científico en el bosque. Al abrirlo salen unas patitas moviéndose. Ahí ya nos asustamos y lo llevamos a mi papá (no éramos muy valientes).
¿Quién es ese Pokemon, papá?
Para bien o para mal creo que mi papá es de esas personas que difícilmente van a decirte “no sé”. Aunque no sepa la respuesta siempre intentará decirte su teoría. Y ojo ahí, que con la forma en la que lo dice parecería que es la verdad absoluta.
Nos dijo que los tubitos de piedra debían ser la casa del insecto. Probablemente era como las mariposas que formaban una pupa para protegerse durante la metamorfosis, o como los caracoles que forman una carcasa y viven años ahí.
¿Cómo se llama? A lo que contestó que jamás los había visto (y el visitaba ese mismo rancho de niño con más frecuencia). Al llegar a casa buscamos en varias enciclopedias y libros sin encontrarlo. Probablemente mi papá también buscó en AltaVista o Yahoo pero no encontró nada tampoco. Hay que recordar que era por el año 2000.
Nos sentíamos todos unos exploradores que habíamos descubierto una nueva especie. Hasta que después de unos 4 meses lo encontramos en una enciclopedia viejísima de mis abuelitos. Solo había una foto en blanco y negro, el nombre científico y una descripción de no más de dos oraciones. Pero la descripción concordaba, habíamos encontrado Tricópteros. Una especie parecida a la libélula que hace una pupa recolectando pequeñas piedras de rio y otros sólidos.
Esta experiencia la recuerdo muy bien porque fue la primera vez que sentía que descubría algo por mi mismo. Ese sentimiento de explorar lo inexplorado despertó una gran curiosidad en mi y creo que todo niño debería experimentarlo. Aún cuando no seamos los primeros en llegar a la respuesta, o sea una pregunta sencilla, lo importante es el proceso que llevamos para encontrarla.
Años más tarde me di cuenta que había muchas otras preguntas que mi papá no sabia responder. Pero creo que esta y otras experiencias me entrenaron para llegar a la respuesta por mis propios medios. Hacer la pregunta es solo el primer paso, saber encontrar la respuesta es lo que realmente hace la diferencia.
Una de las mejores clases que he llevado ha sido con un maestro en carrera que nos guió para realizar experimentos y redescubrir las leyes de la física. Realmente estábamos llevando el mismo proceso de descubrimiento que llevó Newton. Pero esa es una historia para otro día…
Cuando le enseño algo a un niño ya no respondo con una respuesta inmediata, mejor los ayudo a formar su propio conocimiento. Afortunadamente a lo largo de nuestro curso virtual he visto como los niños se vuelven cada vez más autodidactas.